Estudie la carrera de Psicología, en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales “Iztacala” dependiente de la UNAM, por cierto soy de la primera generación. Desde que empecé la carrera vi una preocupación de los maestros por aplicar técnicas más novedosas y menos tradicionales en el salón de clases, aunque también observé una confrontación de muy buenos maestros que se decían a sí mismos tradicionales, era lo moderno vs lo tradicional, mis maestros eran muy jóvenes recién egresados de la carrera lo que provocaba un ambiente muy jovial. También soy egresada del CCH “Vallejo” y que fue para mi muy significativo con todo lo que aprendí, mis maestros hacían mucho énfasis en el aprender a aprender (así que esto ya tiene más de treinta años de vigencia), realmente fue una forma de enseñar muy novedosa estas dos experiencias marcaron mi forma, mi modo de aprender, hicieron de mí, una alumna independiente y autorregulada.
Yo fui una observadora del quehacer de mis maestros, sin embargo, en honor a la verdad yo no pensaba en ser maestra, tampoco me desagradaba; llegué a la profesión docente como para cumplir un destino, pues mi idea al salir de la universidad era hacer otro tipo de actividad.
Eran los tiempos de Miguel de la Madrid, y una amiga me dijo acerca de un trabajo en el Colegio de Bachilleres, llegue ahí y pensé mucho en aceptar ese puesto, pues ocupaba todo el día, acepté finalmente, al mismo tiempo me dieron dos grupos que tenía que cubrir de 7:00 a 9:00 horas; dicen que dar clases el primer día es como “aventarse al ruedo” y así empecé, los alumnos en un principio me veían como si fuera una compañera más, y me divertía mucho en clase, hice incluso, muy buenas amistades en ese entonces. Pero también tuve mucho miedo.
Existe un chiste acerca de la profesión de enseñar que llama mucho mi atención:
En un experimento pusieron a dormir a un maestro y a un médico, cuando los despertaron, 30 años después, el médico no sabía ejercer su profesión pues existían muchos cambios y nuevas tecnologías que él desconocía; por el contrario el maestro siguió ejerciendo su profesión sin ningún problema , pues sólo necesitaba pizarrón y gis.
Este chiste dice una gran realidad de nuestra condición, sin embargo, pienso que la naturaleza del trabajo de maestro implica un compromiso tal, que debemos estar en constante cambio y preparación, que al igual que los médicos nuestra formación debe ser permanente. Ser maestro es una profesión netamente humana, humaniza, estar con los jóvenes te llena de vitalidad, pero debes estar al tanto de las transformaciones sociales, políticas, culturales, económicas que les afectan.
En alguna ocasión escuche a una Doctora en psicología, decir que los maestros sufrimos el fenómeno de la vacuidad, esto es que las demandas constantes y de todo tipo de padres, autoridades, alumnos, sociedad,etc, pueden hacernos sentir un vacío muy grande, algo así como una sensación de impotencia, y para ello nos recomendaba hacer algo muy creativo por ejemplo: escribir un libro, tomar una especialidad, hacer una maestría, iniciar algún proyecto novedoso. Afortunadamente para mí he combinado la profesión docente con otros proyectos que me han gustado y llenado de satisfacción, como el diseñar e impartir cursos.
El trabajar con adolescentes es todo un reto pues así como en la adolescencia existen vertiginosos y constantes cambios, los adolescentes cambian en su comportamiento cada semestre, los alumnos con los que trabajé en un inicio son exponencialmente diferentes a los que tengo ahora, me percato de los cambios que han sufrido en estas casi tres décadas, que parecen lentos pero no lo son tanto, al mismo tiempo uno también cambia.
La situación de los jóvenes en la actualidad la considero muy ambivalente, ya que por un lado presentan muchos problemas, muy inmaduros, con una depresión y una violencia sistemáticas casi generalizadas, con más dificultades para aprender, al menos ya no de la manera en que les enseñamos, en la escuela se presenta mucha incomunicación en general con los adultos que les rodean, y por otra parte, puede darse todo lo contrario, los chavos pueden ser muy felices, muy solidarios, muy atentos cuando les propones algo nuevo.
Los maestros tenemos, también, nuestras motivaciones, por ejemplo nos motiva que nuestros alumnos aprendan. Para que los alumnos aprendan debemos estar al tanto, ser observadores atentos de sus necesidades e intereses, hacer con las clases algo novedoso salir de la rutina entre otras cosas.
Si me pidieran hacer un balance de mi vida como docente, confieso que me he divertido, me ha gustado ser maestra es una de mis señas de identidad, me siento satisfecha cuando encuentro a mis alumnos por las calles, en el metro y se acercan a saludarme con mucho gusto, esto para mi es motivo de una gran satisfacción.